TRATAMIENTO DE ROTURA FIBRILAR CON FISIOTERAPIA Y OESTEOPATÍA (Por María José Mora)

 
La rotura fibrilar es una de las patologías más frecuentes que sufren nuestros pacientes que practican deporte aunque lo puede padecer cualquier persona, ya que su mecanismo de producción responde a un sobreentrenamiento pero también, a un sobreesfuerzo puntual, un movimiento brusco,...
 
La rotura de fibras musculares consiste en un sobreestiramiento del músculo o de algunas fibras concretas del mismo que las propiedades elásticas del propio músculo no puede absorber, por haber recibido una fuerza superior a la que fisiológicamente puede soportar, produciéndose así una discontinuidad en sus fibras o una rotura (como una fractura en un hueso). En el momento de la rotura, el paciente siente una punzada muy aguda y difícil de soportar que le provoca una impotencia funcional inmediata, lo que hace que tenga que detener la actividad que la ha producido.
 
Después de unas horas desde la lesión o, algunos días, si la rotura no ha sido muy extensa, aparecerá un hematoma localizado en la zona. En este hematoma se encuentran los desechos que se producen al sufrir este tipo de lesión (sangre, restos de las fibras,...) pero también nuestro organismo pone en marcha el mecanismo de reparación y aparece tejido nuevo en esa zona que luego producirá una cicatriz.
 
La rotura de fibras se diagnostica, muchas veces, únicamente por los síntomas que el paciente nos describe pero se puede/debe realizar una ecografía o una resonancia magnética para conocer la localización exacta de la lesión y la extensión de la misma, ya que existen varios grados de rotura fibrilar y el tratamiento será diferente en cada caso, sobre todo en lo que a tiempo de reposo se refiere. En roturas muy extensas o que puedan comprometer a otras estructuras como el tendón, precisarán reparación quirúrgica (estos son los casos más graves). 
 
La completa cicatrización de una fibra muscular rota se produce, aproximadamente, a las seis semanas. Evidentemente, el tratamiento se comenzará a aplicar antes de producirse la completa cicatrización, ya que sería contraproducente mantener un reposo absoluto de seis semanas (salvo en el caso de una cirugía, siguiendo las instrucciones del cirujano y con algunos matices). Si excedemos el tiempo de reposo necesario, nos encontraremos con varias complicaciones al intentar tratar la lesión después: adherencias (tejido conectivo y fibras de colágeno reparadoras que crecen en zonas que no son deseables para la correcta recuperación del músculo) y atrofia muscular (en seis semanas de reposo perdemos una elevadísima cantidad de masa muscular, que será más difícil de recuperar cuanto más tiempo hayamos prolongado la inactividad de ese músculo). Dependiendo de la gravedad de rotura, se mantendrá un periodo de reposo recomendable (relativo, en cuanto a las actividades de la vida diaria, y absoluto, en lo referente a la actividad deportiva).
 
Durante este periodo de reposo, se realizará: compresión de la zona mediante vendaje y con la finalidad de contener y minimizar el edema/derrame; crioterapia (aplicación de frío/hielo) varias veces al día y mantendremos “en alto” la zona afectada para favorecer el drenaje de ese edema producido por la cicatrización.
 
Tras haber pasado el periodo de reposo, podemos comenzar la rehabilitación. Con las sesiones de fisioterapia pretendemos (antes de que se produzca la cicatrización fisiológica definitiva) evitar las complicaciones de la propia cicatrización, como la formación de adherencias; “reorganizar” las nuevas fibras musculares que se están formando en la zona afectada y favorecer el drenaje del material de desecho producido por el proceso de curación. Después, iremos variando el tratamiento aplicando diferentes técnicas, en función de la evolución y de la actividad para la que nuestro paciente necesita readaptarse (ya sea para la realización de su profesión o la práctica de su deporte habitual), introduciendo finalmente ejercicios de potenciación muscular específicos para cada tipo de lesión.